Löydetty 370 Tulokset: ejército de madián
Ben Hadad, rey de Arám, reunió todo su ejército, y acompañado de treinta y dos reyes, con caballería y carros de guerra, subió a combatir contra Samaría y la sitió. (I Reyes 20, 1)
Una vez que salieron de la ciudad los cadetes de los jefes de distritos, con el ejército detrás de ellos, (I Reyes 20, 19)
El profeta se acercó al rey de Israel y le dijo: "Refuerza tu ejército y piensa bien lo que vas a hacer, porque el año que viene el rey de Arám volverá a subir contra ti". (I Reyes 20, 22)
Recluta además un ejército tan numeroso como el que perdiste, con otros tantos caballos y carros. Luego lucharemos contra ellos en la llanura, y seguramente los venceremos". El rey escuchó su parecer y procedió así. (I Reyes 20, 25)
Miqueas siguió diciendo: "Por eso, escucha la palabra del Señor: Yo vi al Señor sentado en su trono, y todo el Ejército de los cielos estaba de pie junto a él, a derecha e izquierda. (I Reyes 22, 19)
Eliseo dijo entonces a Guejazí: "Dile: Realmente tú te has desvivido por nosotros; ¿qué se puede hacer por ti? ¿Necesitas una recomendación para el rey o el jefe del ejército?". Ella respondió: "Me siento muy bien donde estoy, en medio de mi gente". (II Reyes 4, 13)
Naamán, general del ejército del rey de Arám, era un hombre prestigioso y altamente estimado por su señor, porque gracias a él, el Señor había dado la victoria a Arám. Pero este hombre, guerrero valeroso, padecía de una enfermedad en la piel. (II Reyes 5, 1)
Un tiempo después, Ben Hadad, rey de Arám, movilizó todo su ejército y sitió a Samaría. (II Reyes 6, 24)
Porque el Señor había hecho oír en el campamento de los arameos un ruido de carros, un fragor de caballos y el estruendo de un gran ejército, de manera que se dijeron unos a otros: "Miren, el rey de Israel ha contratado como mercenarios a los reyes de los hititas y a los reyes de los musritas, para que avancen contra nosotros". (II Reyes 7, 6)
Al llegar, encontró a los jefes del ejército que estaban reunidos, y dijo: "Tengo un mensaje para ti, jefe". "¿Para quién de nosotros?", preguntó Jehú. Él respondió: "Para ti, jefe". (II Reyes 9, 5)
Por eso el Señor no le dejó a Joacaz más que un ejército de cincuenta jinetes, diez carros de guerra y mil hombres de a pie. Porque el rey de Arám había hecho perecer a los demás, y los había reducido a polvo que se pisotea. (II Reyes 13, 7)
Abandonaron todos los mandamientos del Señor, su Dios, y se hicieron ídolos de metal fundido -¡dos terneros!- erigieron un poste sagrado, se postraron delante de todo el Ejército de los cielos y sirvieron a Baal. (II Reyes 17, 16)