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Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni pena, porque el primer mundo ha desaparecido". (Apocalipsis 21, 4)
Y el que estaba sentado en el trono dijo: "Ahora hago nuevas todas las cosas". Luego me dijo: "Escribe que estas palabras son fieles y veraces". (Apocalipsis 21, 5)
Y añadió: "Está hecho. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. (Apocalipsis 21, 6)
El vencedor heredará estas cosas; yo seré su Dios, y él será mi hijo. (Apocalipsis 21, 7)
Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los homicidas, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su herencia en el estanque ardiente de fuego y de azufre: ésta es la segunda muerte". (Apocalipsis 21, 8)
Uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas plagas se acercó a mí y me dijo: "Ven, que te voy a mostrar la esposa del cordero". (Apocalipsis 21, 9)
Y me llevó en espíritu sobre un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios (Apocalipsis 21, 10)
con la gloria misma de Dios: su esplendor era como el de una piedra preciosísima, como el jaspe cristalino. (Apocalipsis 21, 11)
Tenía un muro grande y alto con doce puertas; sobre las puertas, doce ángeles y nombres escritos, los de las doce tribus de Israel. (Apocalipsis 21, 12)
El muro de la ciudad tenía doce fundamentos, y sobre ellos doce nombres, los de los doce apóstoles del cordero. (Apocalipsis 21, 14)
El que me hablaba tenía una medida de una caña de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muralla. (Apocalipsis 21, 15)
Midió su muralla: setenta y siete metros, medida de hombre, que es también medida de ángel. (Apocalipsis 21, 17)