Encontrados 14 resultados para: esposas

  • Esaú tomó sus esposas de entre las mujeres cananeas: a Adá, hija de Elón, el hitita; a Oholibamá, hija de Aná, que a su vez era hijo de Sibeón, el jivita; (Génesis 36, 2)

  • Tampoco tomes a sus hijas como esposas de tus hijos, porque cuando ellas se prostituyan con sus dioses, harán que también ellos se prostituyan. (Exodo 34, 16)

  • Ellos se casaron con mujeres de estos pueblos, les dieron por esposas a sus propias hijas, y sirvieron a sus dioses. (Jueces 3, 6)

  • ¿Qué haremos para proveer de mujeres a los que han sobrevivido, siendo así que hemos jurado por el Señor no darles como esposas a nuestras hijas?". (Jueces 21, 7)

  • Porque nosotros no podemos darles como esposas a nuestras hijas". Los israelitas, en efecto, habían hecho este juramento: "¡Maldito sea el que entregue una mujer a Benjamín!". (Jueces 21, 18)

  • David también se había casado con Ajinóam de Izreel, y tuvo a las dos por esposas. (I Samuel 25, 43)

  • David tomó otras concubinas y esposas después que llegó de Hebrón, y le nacieron más hijos e hijas. (II Samuel 5, 13)

  • Asjur, padre de Técoa, tuvo dos esposas: Jelá y Naará. (I Crónicas 4, 5)

  • David tomó como esposas a otras mujeres en Jerusalén y tuvo más hijos e hijas. (I Crónicas 14, 3)

  • Eleazar murió sin tener hijos; sólo tuvo hijas, y los hijos de Quis, sus hermanos, las tornaron por esposas. (I Crónicas 23, 22)

  • En particular, no daremos nuestras hijas a la gente del país ni tomaremos sus hijas como esposas para nuestros hijos. (Nehemías 10, 31)

  • Cuídate, hijo mío, de toda unión ilegítima y, sobre todo, elige una mujer del linaje de tus padres. No tomes por esposa a una extranjera, que no pertenezca a la tribu de tu padre, porque nosotros somos hijos de profetas. Acuérdate, hijo mío, de Noé, de Abraham, de Isaac y de Jacob, nuestros antiguos padres: ellos eligieron sus esposas entre las mujeres de sus parientes. Por eso fueron bendecidos en sus hijos y su descendencia poseerá la tierra en herencia. (Tobías 4, 12)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina