Encontrados 119 resultados para: carros
El rey de Arám, por su parte, había dado esta orden a los comandantes de sus carros de guerra: "No ataquen a nadie, ni pequeño ni grande, sino sólo al rey de Israel". (II Crónicas 18, 30)
Cuando los comandantes de los carros vieron a Josafat, dijeron: "¡Es el rey de Israel!", y lo rodearon para atacarlo. Josafat lanzó un grito y el Señor lo socorrió: Dios los alejó de él. (II Crónicas 18, 31)
Los comandantes de los carros, al ver que ese no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo. (II Crónicas 18, 32)
Entonces Jorám cruzó la frontera con sus jefes y todos sus carros de guerra. Durante la noche atacó a los edomitas que lo tenían cercado, a él y a los jefes de los carros de guerra. (II Crónicas 21, 9)
El año decimoséptimo, Nabucodonosor atacó con su ejército al rey Arfaxad y, después de derrotarlo, aniquiló todo su ejército, su caballería y sus carros de guerra. (Judit 1, 13)
Holofernes avanzó con todo su ejército, para preceder al rey Nabucodonosor y cubrir toda la superficie de la tierra, hacia Occidente, con sus carros de guerra, sus jinetes y sus soldados escogidos. (Judit 2, 19)
Desde allí, Holofernes penetró en la región montañosa con todo su ejército de soldados, jinetes y carros de guerra. (Judit 2, 22)
Todo el ejército asirio -los soldados, los carros de guerra y los jinetes- mantuvieron el cerco durante treinta y cuatro días. A todos los habitantes de Betulia se les agotaron las reservas de agua (Judit 7, 20)
El pueblo se entregó al saqueo del campamento durante treinta días. Asignaron a Judit la carpa de Holofernes, con toda su vajilla de plata, sus lechos, sus recipientes y todo su mobiliario. Ella tomó esas cosas, cargó su mula, enganchó sus carros y amontonó todo encima. (Judit 15, 11)
Unos se fían de sus carros y otros de sus caballos, pero nuestra fuerza está en el nombre de nuestro Dios. (Salmos 20, 8)
Los carros de guerra de Dios son dos miríadas de escuadrones relucientes: ¡el Señor está en medio de ellos, el Sinaí está en el Santuario! (Salmos 68, 18)
Por tu amenaza, Dios de Jacob, quedaron inmóviles los carros de guerra y los caballos. (Salmos 76, 7)