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Sí, la esperanza de los impíos es como la paja que se la lleva el viento, o como el copo de nieve que arrastra la tormenta, como el humo disipado por el viento, o el recuerdo de un huésped de un día: que se olvida. (Sabiduría 5, 14)
Consideraron como dioses que gobiernan el mundo tanto al fuego como al viento, a la brisa, el firmamento estrellado, el agua impetuosa o las luminarias del cielo. (Sabiduría 13, 2)
¿No refresca el rocío al viento caliente? De igual modo la palabra hace más bien que lo que se da. (Sirácides (Eclesiástico) 18, 16)
Un cerco de madera en una altura no resiste al viento; lo mismo el insensato frente a sus propios terrores: cualquier miedo lo domina. (Sirácides (Eclesiástico) 22, 18)
Contar con los sueños es como perseguir una sombra o correr tras el viento. (Sirácides (Eclesiástico) 34, 2)
La mirada del Señor está puesta sobre los que lo aman, es una poderosa protección, un apoyo resistente, un refugio contra el viento ardiente y el sol del mediodía, un sostén contra las caídas, una ayuda en el momento de caer. (Sirácides (Eclesiástico) 34, 16)
El viento sur sopla si lo quiere, como asimismo los ciclones y el huracán del norte. (Sirácides (Eclesiástico) 43, 17)
Cuando sopla el frío viento del norte, se forma el hielo sobre el agua; cubre las extensiones líquidas y las reviste de una coraza. (Sirácides (Eclesiástico) 43, 20)
El otro viento consume las montañas y quema el desierto; como si fuera fuego devora todo verdor. (Sirácides (Eclesiástico) 43, 21)
Así como las llamas queman el rastrojo y como el pasto seco se consume en el fuego, así se pudrirá su raíz y el viento se llevará su flor junto con el polvo. Pues han rechazado la ley de Yavé Sabaot y han despreciado la palabra del Santo de Israel. (Isaías 5, 24)
Cuando llevaron esta noticia al palacio de David: «Los de Aram están acampados en el territorio de Efraím», el corazón del rey y de la gente se puso a palpitar como se estremecen los árboles del bosque movidos por el viento. (Isaías 7, 2)
Pero El las amenaza, y de muy lejos huyen, como polvillo de los cerros movido por el viento, o como un remolino, por el huracán. (Isaías 17, 13)