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  • Sedecías tenía veintiún años de edad, y reinó en Jerusalén durante once años. Su madre era Amital, hija de Jeremías de Libná. (2 Reyes 24, 18)

  • En el noveno año del reinado de Sedecías, el día diez del décimo mes, vino Nabucodonosor con todo su ejército contra Jerusalén y acampó alrededor de la ciudad, (2 Reyes 25, 1)

  • Los hijos de Sedecías fueron degollados a su vista, y a él le sacó los ojos, encandenándolo con una doble cadena de bronce para llevarlo a Babilonia. (2 Reyes 25, 7)

  • Hijos de Josías: Yojanán, el primogénito; Joaquim, el segundo; Sedecías, el tercero; Salum, el cuarto. (1 Crónicas 3, 15)

  • Hijos de Joaquim: su hijo Joaquín y su hijo Sedecías. (1 Crónicas 3, 16)

  • Hijos de Mesulam: Hasubá, Ohel, Berequías, Hasadías y Yusab-Jesed: cinco. (1 Crónicas 3, 20)

  • Sedecías, hijo de Kenaná, se había hecho unos cuernos de hierro y decía: «Así dice Yavé: Con esto acometerás a Aram hasta acabar con ellos.» (2 Crónicas 18, 10)

  • Se acercó entonces Sedecías, hijo de Kenaná, y dio una bofetada a Miqueas en la mejilla diciendo: «¿Por qué camino se ha ido de mí el espíritu de Yavé para hablarte a ti?» (2 Crónicas 18, 23)

  • Aún en el tiempo del asedio, el rey Ajaz persistió en su infidelidad a Yavé. (2 Crónicas 28, 22)

  • ¿No los engaña Ezequías cuando les dice: Yavé, nuestro Dios, nos librará de la mano del rey de Asiria? ¿No es culpable de que van a morir de hambre y sed? (2 Crónicas 32, 11)

  • Así, pues, que no los engañe Ezequías ni los seduzca con vanas promesas. No lo crean. Ningún Dios de ninguna nación o reino ha podido salvar a su pueblo de mi mano, ni de la mano de mis padres. ¡Cuánto menos podrán los dioses de ustedes librarlos de mi mano!» (2 Crónicas 32, 15)

  • A la vuelta del año, el rey Nabucodonosor mandó que lo llevaran a Babilonia, juntamente con los objetos más preciosos de la Casa de Yavé, y puso por rey en Judá y Jerusalén a Sedecías, hermano de su padre. (2 Crónicas 36, 10)


“Se precisamos ter paciência para suportar os defeitos dos outros, quanto mais ainda precisamos para tolerar nossos próprios defeitos!” São Padre Pio de Pietrelcina