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la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras, la fuerza de los vientos y los razonamientos de los hombres, las variedades de las plantas y las virtudes de las raíces. (Sabiduría 7, 20)
Torpes por naturaleza son todos los hombres que han ignorado a Dios y por los bienes visibles no lograron conocer al que existe, ni considerando sus obras reconocieron al artífice de ellas, (Sabiduría 13, 1)
Y lo extraño era que en el agua, donde todo se apaga, el fuego se volvía más voraz, pues la naturaleza combate por los justos. (Sabiduría 16, 17)
pues la naturaleza, sometida a ti, su creador, despliega su energía para castigo de los injustos y se mitiga para bien de los que en ti confían. (Sabiduría 16, 24)
Porque toda la creación, obediente a tus mandatos, tomaba nuevas formas en su misma naturaleza, para que tus hijos fuesen guardados de todo mal. (Sabiduría 19, 6)
Vosotros sois hijos del diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él fue homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, pues no hay verdad en él. Cuando dice mentira, habla según su propia naturaleza, porque es mentiroso y padre de la mentira. (Juan 8, 44)
Por esto Dios los abandonó a sus pasiones vergonzosas; pues, por una parte, sus mujeres cambiaron las relaciones naturales del sexo por otras contra la naturaleza. (Romanos 1, 26)
En efecto, lo que la ley era incapaz de hacer, debido a los bajos instintos del hombre, lo hizo Dios enviando a su propio Hijo en condición semejante a la del hombre pecador, como sacrificio por el pecado y para condenar el pecado en su misma naturaleza humana. (Romanos 8, 3)
Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza era olivo silvestre, y contra la propia naturaleza fuiste injertado en el olivo bueno, ¡cuánto más ellos, las ramas naturales, serán injertadas en el propio olivo! (Romanos 11, 24)
¿No os enseña la misma naturaleza que es una vergüenza que el hombre se deje el pelo largo, (I Corintios 11, 14)
Nosotros también éramos de ésos cuando nos dejábamos llevar de las apetencias carnales, sujetos a los deseos de nuestros instintos y a nuestra imaginación. Éramos, por naturaleza, objeto de la ira divina, igual que los demás. (Efesios 2, 3)
el cual, teniendo la naturaleza gloriosa de Dios, no consideró como codiciable tesoro el mantenerse igual a Dios, (Filipenses 2, 6)