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desplazó el altar de bronce que estaba ante Yahveh, delante de la Casa, de entre el altar nuevo y la Casa de Yahveh, y lo colocó al lado del altar nuevo, hacia el norte. (II Reyes 16, 14)
Estos son los que puso David para dirigir el canto en la Casa de Yahveh, desde que el arca tuvo un lugar de reposo. (I Crónicas 6, 16)
Mattitías, Eliflehú, Miqneías, Obededom, Yeiel y Azazaías tenían cítaras de octava, para dirigir el canto. (I Crónicas 15, 21)
Aquel día David, alabando el primero a Yahveh, entregó a Asaf y a sus hermanos este canto: (I Crónicas 16, 7)
Hubo guerra de nuevo en Gat y había un hombre de gran estatura, que tenía veinticuatro dedos, seis en cada extremidad. También éste descendía de Rafá. (I Crónicas 20, 6)
Todos ellos se hallaban bajo la dirección de su padre para el canto de la Casa de Yahveh, con címbalos, salterios y cítaras al servicio de la Casa de Dios, siguiendo las indicaciones del rey, de Asaf, Yedutún y Hemán. (I Crónicas 25, 6)
Su número, contando a sus hermanos, los que estaban instruidos en el canto de Yahveh, todos ellos maestros, era de 288. (I Crónicas 25, 7)
Entonces Josafat, puesto en pie en medio de la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la Casa de Yahveh, delante del atrio nuevo, (II Crónicas 20, 5)
Porque esclavos fuimos nosotros, pero en nuestra esclavitud nuestro Dios no nos ha abandonado; nos ha granjeado el favor de los reyes de Persia, dándonos ánimos para levantar de nuevo la Casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas y procurándonos un valladar seguro en Judá y Jerusalén. (Esdras 9, 9)
pero si, volviéndoos a mí guardáis mis mandamientos y los ponéis en práctica, aunque vuestros desterrados estuvieron en los confines de los cielos, yo los reuniré de allí y los conduciré de nuevo al Lugar que he elegido para morada de mi Nombre." (Nehemías 1, 9)
La puerta del Barrio nuevo la repararon Yoyadá, hijo de Paséaj, y Mesullam, hijo de Besodías: la armaron y fijaron sus hojas, barras y goznes. (Nehemías 3, 6)
Pero, apenas en paz, volvían a hacer el mal ante ti, y tú los dejabas en mano de sus enemigos que los oprimían. Ellos de nuevo gritaban hacia ti, y tú escuchabas desde el cielo: ¡muchas veces, por ternura, los salvaste! (Nehemías 9, 28)