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Envió Jehú mensajeros por todo Israel y vinieron todos los siervos de Baal, no quedó nadie sin venir. Entraron en el templo de Baal quedando lleno el templo de punta a cabo. (II Reyes 10, 21)
Jehú vino con Yonadab, hijo de Rekab, al templo de Baal y dijo a los fieles de Baal: «Investigad y ved no haya aquí entre vosotros algún siervo de Yahveh, sino tan sólo siervos de Baal.» (II Reyes 10, 23)
Cuando hubo acabado de hacer el holocausto, dijo Jehú a la guardia y a los escuderos: «Entrad y matadles. Que nadie salga.» La guardia y los escuderos entraron, los pasaron a filo de espada y llegaron hasta el santuario del templo de Baal. (II Reyes 10, 25)
Sacaron el cipo del templo de Baal y lo quemaron. (II Reyes 10, 26)
Derribaron el altar de Baal, demolieron el templo de Baal, y lo convirtieron en cloaca hasta el día de hoy. (II Reyes 10, 27)
Fue todo el pueblo de la tierra al templo de Baal y lo derribó. Destrozaron sus altares y sus imágenes, y mataron ante los altares a Matán, sacerdote de Baal. El sacerdote puso centinelas en la Casa de Yahveh, (II Reyes 11, 18)
Salmanasar, rey de Asiria, subió contra Oseas; Oseas se le sometió y le pagó tributo. (II Reyes 17, 3)
Pero el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba, pues había enviado mensajeros a So, rey de Egipto, y no pagó tributo al rey de Asiria, como lo venía haciendo cada año; el rey de Asiria lo detuvo y lo encadenó en la cárcel. (II Reyes 17, 4)
Y sucedió que estando él postrado en el templo de su dios Nisrok, sus hijos Adrammélek y Saréser le mataron a espada y se pusieron a salvo en el país de Ararat. Su hijo Asarjaddón reinó en su lugar. (II Reyes 19, 37)
Depositaron sus armas en el templo de su dios y clavaron su cabeza en el templo de Dagón. (I Crónicas 10, 10)
Batió también a los moabitas, que quedaron sometidos a David, pagando tributo. (I Crónicas 18, 2)
Estableció David gobernadores en Aram de Damasco, y los arameos quedaron sometidos a David, pagando tributo. Yahveh hizo triunfar a David doquiera que iba. (I Crónicas 18, 6)