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El carcelero se lo comunicó a Pablo y Silas, diciendo: «Los magistrados han dado orden de dejarlos en libertad. salgan, pues, y marchen en paz.» (Hecho de los Apóstoles 16, 36)
Allí se encontró con un judío llamado Aquila, natural de Ponto, que acababa de llegar de Italia con su esposa Priscila, a consecuencia de un decreto del emperador Claudio; porque todos los judíos habían recibido la orden de abandonar Roma. Pablo se acercó a ellos (Hecho de los Apóstoles 18, 2)
Pero entre la gente unos gritaban una cosa y otros otra. Al ver el comandante que no podía sacar nada en claro a causa del alboroto, dio orden de que llevaran a Pablo a la fortaleza. (Hecho de los Apóstoles 21, 34)
Al ver los nativos a la víbora colgando de la mano de Pablo, se dijeron unos a otros: «Sin duda éste es un asesino. Aunque se haya salvado del mar, la justicia divina no lo deja vivir.» (Hecho de los Apóstoles 28, 4)
Enseñamos el misterio de la sabiduría divina, el plan secreto que estableció Dios desde el principio para llevarnos a la gloria. (1º Carta a los Corintios 2, 7)
En cuanto a los casados, les doy esta orden, que no es mía sino del Señor: que la mujer no se separe de su marido. (1º Carta a los Corintios 7, 10)
No es una orden, sino que sólo me baso en la generosidad de otros para ver si ustedes aman de verdad. (2º Carta a los Corintios 8, 8)
El, siendo de condición divina, no se apegó a su igualdad con Dios, sino que se redujo a nada, (Carta a los Filipenses 2, 6)
Cuando se dé la señal por la voz del arcángel y la trompeta divina, el mismo Señor bajará del cielo. Y primero resucitarán los que murieron en Cristo. (1º Carta a los Tesalonicenses 4, 16)
Ahora te doy una orden en presencia del Dios que da vida al universo entero, y de Cristo Jesús, que dio su magnífico testimonio ante Poncio Pilato: (1º Carta a Timoteo 6, 13)
Entonces sigue: Aquí estoy yo para hacer tu voluntad. Con esto anula el primer orden de las cosas para establecer el segundo. (Carta a los Hebreos 10, 9)
Por la fe Abrahán, llamado por Dios, obedeció la orden de salir para un país que recibiría en herencia, y partió sin saber adónde iba. (Carta a los Hebreos 11, 8)