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Entonces Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo, (Génesis 14, 18)
Lo ha jurado Yahveh y no ha de retractarse: «Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec.» (Salmos 110, 4)
Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec. (Hebreos 5, 6)
proclamado por Dios Sumo Sacerdote a semejanza de Melquisedec. (Hebreos 5, 10)
adonde entró por nosotros como precursor Jesús, hecho, a semejanza de Melquisedec, Sumo Sacerdote para siempre. (Hebreos 6, 20)
En efecto, este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote de Dios Altísimo, que salió al encuentro de Abraham cuando regresaba de la derrota de los reyes, y le bendijo, (Hebreos 7, 1)
pues ya estaba en las entrañas de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro. (Hebreos 7, 10)
Pues bien, si la perfección estuviera en poder del sacerdocio levítico - pues sobre él descansa la Ley dada al pueblo -, ¿qué necesidad había ya de que surgiera otro sacerdote a semejanza de Melquisedec, y no «a semejanza de Aaron»? (Hebreos 7, 11)
Todo esto es mucho más evidente aún si surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec, (Hebreos 7, 15)
De hecho, está atestiguado: Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec. (Hebreos 7, 17)