Löydetty 77 Tulokset: tierras altas

  • Y os dije: Yo soy el Señor, vuestro Dios. No adoraréis a los dioses de los amorreos cuyas tierras vais a ocupar. Pero vosotros no me habéis obedecido". (Jueces 6, 10)

  • David le dijo: "No temas, porque quiero favorecerte por amor a tu padre, Jonatán. Te devolveré las tierras de Saúl, tu abuelo, y comerás siempre a mi mesa". (II Samuel 9, 7)

  • El rey le dijo: "¿Para qué tantas palabras? He decidido que tú y Sibá os repartáis las tierras". (II Samuel 19, 30)

  • El rey dijo al sacerdote Abiatar: "Vete a Anatot, a tus tierras, pues eres reo de muerte. No te doy hoy muerte porque has llevado el arca del Señor, Dios de mi padre, David, y porque tuviste parte en todas las tribulaciones de mi padre". (I Reyes 2, 26)

  • También al extranjero, que no es de tu pueblo Israel, si viene de tierras lejanas atraído por la fama de tu nombre, (I Reyes 8, 41)

  • Partieron de Madián, llegaron a Parán, tomaron de allí varios hombres y entraron en Egipto, al amparo del Faraón, rey de Egipto. Éste le dio casa, alimentos y tierras. (I Reyes 11, 18)

  • Es cierto, ¡oh Señor!, los reyes de Asiria han desolado los pueblos y sus tierras; (II Reyes 19, 17)

  • al frente de los obreros del campo, que labran las tierras, Ezrí, hijo de Quelub; (I Crónicas 27, 26)

  • con todo su reinado, sus hazañas y los sucesos referentes a él, a Israel y a todos los reinos de las tierras. (I Crónicas 29, 30)

  • También al extranjero, que no es de tu pueblo Israel, si viene de tierras lejanas atraído por la fama de tu nombre, la fuerza de tu mano y el poder de tu brazo a orar en este templo, (II Crónicas 6, 32)

  • El pánico del Señor cundió por todos los reinos de las tierras vecinas de Judá, y no hicieron la guerra a Josafat. (II Crónicas 17, 10)

  • Mira ahora a los hijos de Amón, a los de Moab y a los de los montes de Seír, cuyas tierras no permitiste que atravesaran los israelitas cuando venían de Egipto, sino que les hiciste dar un largo rodeo para no destruirlos; (II Crónicas 20, 10)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina