Löydetty 904 Tulokset: restauración de Jerusalén

  • "¿No os ordenamos solemnemente que no enseñaseis en nombre de ése? Y, sin embargo, habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina y queréis hacernos responsables de la sangre de este hombre". (Hechos 5, 28)

  • La palabra de Dios crecía, el número de los fieles aumentaba considerablemente en Jerusalén, e incluso muchos sacerdotes abrazaban la fe. (Hechos 6, 7)

  • Aquel día se desencadenó una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén; y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. (Hechos 8, 1)

  • Los apóstoles, que estaban en Jerusalén, al saber que Samaría había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan; (Hechos 8, 14)

  • Ellos, después de haber dado testimonio y haber predicado la palabra del Señor, se volvieron a Jerusalén, evangelizando muchas aldeas de los samaritanos. (Hechos 8, 25)

  • El ángel del Señor dijo a Felipe: "Ponte en marcha hacia el sur, por el camino que va de Jerusalén a Gaza a través del desierto". (Hechos 8, 26)

  • Y se puso en marcha. En esto un etíope eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía, administrador de todos sus bienes, que había venido a Jerusalén, (Hechos 8, 27)

  • y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, con el fin de que si encontraba algunos que siguieran este camino, hombres o mujeres, pudiera llevarlos presos a Jerusalén. (Hechos 9, 2)

  • Ananías respondió: "Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y decir todo el mal que ha hecho a tus fieles en Jerusalén. (Hechos 9, 13)

  • Todos los que lo escuchaban se quedaban estupefactos y decían: "¿No es éste el que perseguía en Jerusalén a los que invocan ese nombre, y no ha venido aquí para llevarlos encadenados a los sumos sacerdotes?". (Hechos 9, 21)

  • Cuando llegó a Jerusalén, trató de unirse a los demás discípulos; pero todos lo temían, no creyendo que fuera de verdad discípulo. (Hechos 9, 26)

  • Desde entonces se movía libremente en Jerusalén, hablando con libertad en el nombre del Señor. (Hechos 9, 28)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina