Löydetty 502 Tulokset: batalla por el poder

  • Me ceñiste de fortaleza en la batalla, aplastaste bajo mis pies a mis agresores. (II Samuel 22, 40)

  • Y el rey dio orden a Benayas, hijo de Yehoyadá, que lo mató en el acto. Así el poder real se consolidó en manos de Salomón. (I Reyes 2, 46)

  • porque se tendrá noticia de tu nombre grandioso, de la fuerza de tu mano y del poder de tu brazo; si viene a orar en este templo, (I Reyes 8, 42)

  • oyó decir: "Zimrí ha tramado una conspiración y hasta ha dado muerte al rey". Aquel mismo día, en el campo de batalla, Israel entero proclamó rey sobre todo Israel a Omrí, general del ejército. (I Reyes 16, 16)

  • Luego tú reunirás un ejército como el que perdiste, una caballería como aquélla y carros en igual número. Les presentaremos batalla en la llanura, y verás cómo los venceremos". El rey escuchó sus razones y obró de esta manera. (I Reyes 20, 25)

  • Siete días estuvieron acampados los unos frente a los otros. Al séptimo día se entabló la batalla, y los israelitas mataron en un solo día cien mil infantes de los sirios. (I Reyes 20, 29)

  • El rey de Israel dijo a Josafat: "Yo iré disfrazado a la batalla, pero tú irás con tu vestidura real". Y se disfrazó y entró en batalla. (I Reyes 22, 30)

  • En su tiempo Pul, rey de Asiria, invadió el país, y Menajén entregó a Pul unos treinta y cuatro mil kilos de plata para que le ayudase a consolidar el poder real en sus manos. (II Reyes 15, 19)

  • Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra el Señor, su Dios, el que los había sacado de Egipto, del poder del Faraón, rey de Egipto, y habían venerado a dioses extranjeros. (II Reyes 17, 7)

  • sólo al Señor, que os sacó de Egipto con gran fuerza y poder, le daréis culto, os postraréis ante él y le ofreceréis sacrificios. (II Reyes 17, 36)

  • ¿Qué Dios de estos países es el que ha librado su tierra de mi mano, para que el Señor libre a Jerusalén de mi poder?". (II Reyes 18, 35)

  • Joaquín entregó la plata y el oro al faraón. Para poder dar al faraón el oro y la plata tuvo que poner un impuesto a todo el país, a cada uno según sus bienes. (II Reyes 23, 35)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina