Löydetty 2005 Tulokset: ángel del Señor

  • Otro Angel vino y se puso junto al altar con un badil de oro. Se le dieron muchos perfumes para que, con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono. (Apocalipsis 8, 3)

  • Y por mano del Angel subió delante de Dios la humareda de los perfumes con las oraciones de los santos. (Apocalipsis 8, 4)

  • Y el Angel tomó el badil y lo llenó con brasas del altar y las arrojó sobre la tierra. Entonces hubo truenos, fragor, relámpagos y temblor de tierra. (Apocalipsis 8, 5)

  • Tocó el segundo Angel... Entonces fue arrojado al mar algo como una enorme montaña ardiendo, y la tercera parte del mar se convirtió en sangre. (Apocalipsis 8, 8)

  • Tocó el tercer Angel... Entonces cayó del cielo una estrella grande, ardiendo como una antorcha. Cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las manantiales de agua. (Apocalipsis 8, 10)

  • Tocó el cuarto Angel... Entonces fue herida la tercera parte del sol, la tercera parte de la luna y la tercera parte de las estrellas; quedó en sombra la tercera parte de ellos; el día perdió una tercera parte de su claridad y lo mismo la noche. (Apocalipsis 8, 12)

  • Tocó el quinto Angel... Entonces vi una estrella que había caído del cielo a la tierra. Se le dio la llave del pozo del Abismo. (Apocalipsis 9, 1)

  • Tienen sobre sí, como rey, al Angel del Abismo, llamado en hebreo «Abaddón», y en griego «Apolíon». (Apocalipsis 9, 11)

  • Tocó el sexto Angel... Entonces oí una voz que salía de los cuatro cuernos del altar de oro que está delante de Dios; (Apocalipsis 9, 13)

  • y decía al sexto Angel que tenía la trompeta: «Suelta a los cuatro Angeles atados junto al gran río Eufrates.» (Apocalipsis 9, 14)

  • Vi también a otro Angel poderoso, que bajaba del cielo envuelto en una nube, con el arcoiris sobre su cabeza, su rostro como el sol y sus piernas como columnas de fuego. (Apocalipsis 10, 1)

  • Entonces el Angel que había visto yo de pie sobre el mar y la tierra, levantó al cielo su mano derecha (Apocalipsis 10, 5)


“O grau sublime da humildade é não só reconhecer a abnegação, mas amá-la.” São Padre Pio de Pietrelcina