Löydetty 45 Tulokset: felicidad

  • El corazón perverso no hallará la felicidad, y la lengua tortuosa caerá en la desgracia. (Proverbios 17, 20)

  • El que encontró una mujer encontró la felicidad y obtuvo el favor del Señor. (Proverbios 18, 22)

  • a quienes lo condenan todo les va bien y serán bendecidos con la felicidad. (Proverbios 24, 25)

  • El que extravía a los rectos por el mal camino caerá él mismo en su propia fosa, pero los hombres íntegros heredarán la felicidad. (Proverbios 28, 10)

  • Yo he comprobado esto: lo más conveniente es comer y beber y encontrar la felicidad en el esfuerzo que uno realiza bajo el sol, durante los contados días de vida que Dios le concede a cada uno: porque esta es la parte reservada a los hombres. (Eclesiastés 5, 17)

  • Si un hombre tiene cien hijos y vive muchos años, por más numerosos que sean los días de sus años, si su alma no se sacia de felicidad y ni siquiera le dan sepultura, yo digo que un aborto es más feliz que él. (Eclesiastés 6, 3)

  • Y aunque ese hombre hubiera vivido dos mil años sin ver en ellos la felicidad, ¿acaso no van todos al mismo sitio? (Eclesiastés 6, 6)

  • El pecador que hace cien veces el mal puede, a pesar de todo, vivir largo tiempo. Sin embargo, yo sé muy bien que la felicidad es para los que temen a Dios, porque ellos sienten temor en su presencia. (Eclesiastés 8, 12)

  • Pero no habrá felicidad para el malvado: él, como una sombra, no vivirá largamente, porque no tiene temor de Dios. (Eclesiastés 8, 13)

  • No hay mejor riqueza que la salud del cuerpo ni mayor felicidad que la alegría del corazón. (Eclesiástico 30, 16)

  • Que el Señor ponga sabiduría en sus corazones para juzgar a su pueblo con justicia, a fin de que no desaparezca su felicidad ni su gloria por todas las generaciones. (Eclesiástico 45, 26)

  • Yo formo la luz y creo las tinieblas, hago la felicidad y creo la desgracia: yo, el Señor, soy el que hago todo esto. (Isaías 45, 7)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina