Löydetty 29 Tulokset: Alejandro

  • Todo empezó con las victorias del macedonio Alejandro primero, hijo de Filipo, el cual, saliendo de Grecia, derrotó a Darío, rey de los persas y de los medos, y reinó en su lugar. Este fue el primer soberano del mundo griego. (1 Macabeos 1, 1)

  • Alejandro había reinado doce años cuando murió. (1 Macabeos 1, 7)

  • Había en ella un templo extraordinariamente rico, en el cual se guardaban armaduras de oro, corazas y armas, que allí había dejado el rey macedonio Alejandro, hijo de Filipo, el primer soberano de los griegos. (1 Macabeos 6, 2)

  • El año ciento sesenta, Alejandro Epífanes, hijo de Antíoco, se embarcó y ocupó Tolemaida, donde fue bien recibido y comenzó a reinar. (1 Macabeos 10, 1)

  • Porque pensaba: «Anticipémonos a hacer las paces con él antes que la haga con Alejandro contra nosotros, (1 Macabeos 10, 4)

  • El rey Alejandro se enteró de las promesas que Demetrio había hecho a Jonatán; le contaron las guerras, las hazañas que éste y sus hermanos habían realizado y las pruebas por las cuales habían pasado. (1 Macabeos 10, 15)

  • «El rey Alejandro, a nuestro hermano Jonatán, paz. (1 Macabeos 10, 18)

  • «¿Qué hemos hecho para que Alejandro se nos haya adelantado en ganarse la amistad y el apoyo de los judíos? (1 Macabeos 10, 23)

  • Se decidieron por Alejandro, ya que él había iniciado las propuestas de paz, y fueron fieles aliados suyos. (1 Macabeos 10, 47)

  • El rey Alejandro reunió un gran ejército y acampó frente a Demetrio. (1 Macabeos 10, 48)

  • Los dos reyes comenzaron la lucha y el ejército de Demetrio emprendió la fuga. Alejandro lo persiguió hasta derrotarlo. (1 Macabeos 10, 49)

  • Alejandro entonces mandó mensajeros a Tolomeo, rey de Egipto, con el siguiente mensaje: (1 Macabeos 10, 51)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina