Fundar 772 Resultados para: vida eterna

  • ¡Por mi vida!, testigo me es Dios de que, si todavía no he ido a Corinto, ha sido por miramiento a vosotros. (II Corintios 1, 23)

  • para los unos, olor que de la muerte lleva a la muerte; para los otros, olor que de la vida lleva a la vida. Y ¿quién es capaz para esto? (II Corintios 2, 16)

  • el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida. (II Corintios 3, 6)

  • Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. (II Corintios 4, 10)

  • Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. (II Corintios 4, 11)

  • De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida. (II Corintios 4, 12)

  • En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, (II Corintios 4, 17)

  • Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos. (II Corintios 5, 1)

  • ¡Sí!, los que estamos en esta tienda gemimos abrumados. No es que queramos ser devestidos, sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. (II Corintios 5, 4)

  • Porque es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal. (II Corintios 5, 10)

  • No os digo esto con ánimo de condenaros. Pues acabo de deciros que en vida y muerte estáis unidos en mi corazón. (II Corintios 7, 3)

  • y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2, 20)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina