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  • En cambio la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. (Santiago 3, 17)

  • ¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios. (Santiago 4, 4)

  • predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa de vosotros; (I Pedro 1, 20)

  • Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. (I Pedro 5, 9)

  • por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. (II Pedro 1, 4)

  • si no perdonó al antiguo mundo, aunque preservó a Noé, heraldo de la justicia, y a otros siete, cuando hizo venir el diluvio sobre un mundo de impíos; (II Pedro 2, 5)

  • Porque si, después de haberse alejado de la impureza del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se enredan nuevamente en ella y son vencidos, su postrera situación resulta peor que la primera. (II Pedro 2, 20)

  • y que, por esto, el mundo de entonces pereció inundado por las aguas del diluvio, (II Pedro 3, 6)

  • La paciencia de nuestro Señor juzgadla como salvación, como os lo escribió también Pablo, nuestro querido hermano, según la sabiduría que le fue otorgada. (II Pedro 3, 15)

  • El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. (I Juan 2, 2)

  • No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. (I Juan 2, 15)

  • Puesto que todo lo que hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre, sino del mundo. (I Juan 2, 16)


“Se precisamos ter paciência para suportar os defeitos dos outros, quanto mais ainda precisamos para tolerar nossos próprios defeitos!” São Padre Pio de Pietrelcina