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Se levantó David y partió con todo el pueblo que estaba con él a Baalá de Judá para subir desde allí el arca de Dios que lleva el nombre de Yahveh Sebaot que se sienta sobre los querubines. (II Samuel 6, 2)
Cargaron el arca de Dios en una carreta nueva y la llevaron de la casa de Abinadab que está en la loma. Uzzá y Ajyó, hijos de Abinadab, conducían la carreta con el arca de Dios. (II Samuel 6, 3)
Uzzá caminaba al lado del arca de Dios y Ajyó iba delante de ella. (II Samuel 6, 4)
Al llegar a la era de Nakón, extendió Uzzá la mano hacia el arca de Dios y la sujetó porque los bueyes amenazaban volcarla. (II Samuel 6, 6)
Entonces la ira de Yahveh se encendió contra Uzzá: allí mismo le hirió Dios por este atrevimiento y murió allí junto al arca de Dios. (II Samuel 6, 7)
Aquel día David tuvo miedo de Yahveh y dijo: «¿Como voy a llevar a mi casa el arca de Yahveh?» (II Samuel 6, 9)
Y no quiso llevar el arca de Yahveh junto a sí, a la Ciudad de David, sino que la hizo llevar a casa de Obededom de Gat. (II Samuel 6, 10)
El arca de Yahveh estuvo en casa de Obededom de Gat tres meses y Yahveh bendijo a Obededom y a toda su casa. (II Samuel 6, 11)
Se hizo saber al rey David: «Yahveh ha bendecido la casa de Obededom y todas sus cosas a causa del arca de Dios.» Fue David e hizo subir el arca de Dios de casa de Obededom a la Ciudad de David, con gran alborozo. (II Samuel 6, 12)
Cada seis pasos que avanzaban los portadores del arca de Yahveh, sacrificaba un buey y un carnero cebado. (II Samuel 6, 13)
David y toda la casa de Israel hacían subir el arca de Yahveh entre clamores y resonar de cuernos. (II Samuel 6, 15)
Cuando el arca de Yahveh entró en la Ciudad de David, Mikal, hija de Saúl, que estaba mirando por la ventana, vio al rey David saltando y girando ante Yahveh y le despreció en su corazón. (II Samuel 6, 16)