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Tenía Rebeca un hermano llamado Labán. Este corrió donde el hombre, afuera, a la fuente. (Génesis 24, 29)
El hombre entró en la casa, y Labán desaparejó los camellos, les dio paja y forraje, y al hombre y a sus acompañantes agua para lavarse los pies. (Génesis 24, 32)
Después les sirvió de comer, pero el otro dijo: «No comeré hasta no haber dicho lo que tengo que decir.» A lo que respondió Labán: «Habla.» (Génesis 24, 33)
Respondieron Labán y Betuel: «De Yahveh ha salido este asunto. Nosotros no podemos decirte está mal o está bien. (Génesis 24, 50)
Tenía Isaac cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel, el arameo de Paddán Aram, y hermana de Labán el arameo. (Génesis 25, 20)
Ahora, pues, hijo mío, hazme caso: levántate y huye a Jarán, a donde mi hermano Labán, (Génesis 27, 43)
Levántate y ve a Paddán Aram, a casa de Betuel, padre de tu madre, y toma allí mujer de entre las hijas de Labán, hermano de tu madre. (Génesis 28, 2)
Y despidió Isaac a Jacob, el cual se fue a Paddán Aram, a casa de Labán, hijo de Betuel el arameo, hermano de Rebeca, la madre de Jacob y de Esaú. (Génesis 28, 5)
«¿Conocéis a Labán, hijo de Najor?» - «Lo conocemos.» (Génesis 29, 5)
En cuanto vio Jacob a Raquel, hija de Labán, el hermano de su madre, y las ovejas de Labán, hermano de su madre, acercóse Jacob y revolvió la piedra de sobre la boca y abrevó los ovejas de Labán, el hermano de su madre. (Génesis 29, 10)
En cuanto oyó Labán hablar de Jacob, el hijo de su hermana, corrió a su encuentro, le abrazó, le bezó y le llevó a su casa. Entonces él contó a Labán toda esta historia, (Génesis 29, 13)
y Labán le dijo: «En suma, que tú eres hueso mío y carne mía.» Y Jacob se quedó con él un mes cumplido. (Génesis 29, 14)