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¡Que mi enemigo tenga la suerte del malvado, y mi adversario, la del hombre injusto! (Job 27, 7)
Después, el Señor cambió la suerte de Job, porque él había intercedido en favor de sus amigos, y duplicó todo lo que Job tenía. (Job 42, 10)
Que él haga llover brasas y azufre sobre los impíos, y les toque en suerte un viento abrasador. (Salmos 11, 6)
¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel! Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo, se alegrará Jacob, se regocijará Israel. (Salmos 14, 7)
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte! (Salmos 16, 5)
Encomienda tu suerte al Señor, confía en él, y él hará su obra; (Salmos 37, 5)
¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel! Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo, se alegrará Jacob, se regocijará Israel. (Salmos 53, 7)
Confía tu suerte al Señor, y él te sostendrá: nunca permitirá que el justo perezca. (Salmos 55, 23)
Fuiste propicio, Señor, con tu tierra, cambiaste la suerte de Jacob; (Salmos 85, 2)
Canto de peregrinación. Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: (Salmos 126, 1)
¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! (Salmos 126, 4)
con sus criaturas colgadas al cuello. La misma suerte corrían sus familiares y todos los que habían intervenido en la circuncisión. (I Macabeos 1, 61)
