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Dios me entrega al poder del injusto, me arroja en manos de los malvados. (Job 16, 11)
Entrega así este ejército en manos de tu pueblo Israel. Que ellos se sientan avergonzados de sus tropas y de su caballería. (I Macabeos 4, 31)
lo tomaron prisionero y le impusieron, a él y a sus sucesores, un fuerte tributo, además de la entrega de rehenes y la cesión (I Macabeos 8, 7)
Ya desde ahora, los libero a ustedes, y eximo a todos los judíos, de las contribuciones, del impuesto a la sal y de la entrega de las coronas de oro. (I Macabeos 10, 29)
¿Quién suscitó desde el Oriente a aquel a quien la victoria le sale al paso? ¿Quién le entrega las naciones y le somete a los reyes? Su espada los reduce a polvo, su arco, a paja que se avienta. (Isaías 41, 2)
Por eso, entrega sus hijos al hambre y déjalos a merced de la espada. ¡Que sus mujeres se queden sin hijos y sin marido, que sus hombres mueran víctimas de la peste, que sus jóvenes caigan bajo la espada en el combate! (Jeremías 18, 21)
Llega el estruendo hasta el confín de la tierra, porque el Señor está en pleito con las naciones, entabla juicio a todo ser viviente, y a los malvados los entrega a la espada -oráculo del Señor-. (Jeremías 25, 31)
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio». (Mateo 8, 4)
«No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio». (Marcos 1, 44)
Él le ordenó que no se lo dijera a nadie, pero añadió: «Ve a presentarte al sacerdote, y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio». (Lucas 5, 14)
Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». (Lucas 22, 19)
dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». (I Corintios 11, 24)