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  • Cuando Isbaal supo que Abner había muerto en Hebrón, perdió el ánimo, e Israel quedó desconcertado. (2 Samuel 4, 1)

  • Presentaron la cabeza a David en Hebrón diciéndole: «Aquí tienes la cabeza de Isbaal, hijo de Saúl, tu enemigo, el que deseaba tu muerte. Yavé te ha vengado hoy de Saúl y de su descendencia.» (2 Samuel 4, 8)

  • David dio órdenes a sus servidores de que los mataran; les cortaron las manos y los pies, y los colgaron cerca de la piscina de Hebrón. También tomaron la cabeza de Isbaal y la pusieron en el sepulcro de Abner, en Hebrón. (2 Samuel 4, 12)

  • Todos los ancianos dirigentes de las tribus de Israel vinieron a hablar con David, en Hebrón, y le dijeron: «Mira que somos sangre de tu sangre. (2 Samuel 5, 1)

  • Así, pues, los dirigentes de Israel fueron donde David, en Hebrón, y, a continuación, hicieron un pacto con David, delante de Yavé, y procedieron a ungirlo como rey de Israel. (2 Samuel 5, 3)

  • Primero fue rey de Judá durante siete años y medio, y tenía por capital Hebrón. Después, teniendo por capital Jerusalén, reinó treinta y tres años sobre todo Israel y Judá. En total fueron cuarenta años. (2 Samuel 5, 5)

  • Después que salió de Hebrón, David tomó aún más concubinas y esposas en Jerusalén, y le nacieron hijos e hijas. (2 Samuel 5, 13)

  • Al cabo de cuatro años, Absalón dijo al rey: «Dame permiso para ir a Hebrón, a cumplir el voto que hice a Yavé; (2 Samuel 15, 7)

  • pues cuando estaba en Guesur, en Aram, hice este voto: Si Yavé me hace volver a Jerusalén, le ofreceré un sacrificio en Hebrón.» (2 Samuel 15, 8)

  • Respondió el rey: «Que te vaya bien.» Absalón se despidió y se fue a Hebrón. (2 Samuel 15, 9)

  • Absalón envió a todas las tribus de Israel el siguiente mensaje: «Cuando sientan tocar las trompetas, griten: ¡Absalón se ha proclamado rey en Hebrón!» (2 Samuel 15, 10)

  • Reinó cuarenta años en Israel, de los cuales siete pasó en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. (1 Reyes 2, 11)


“Se precisamos ter paciência para suportar os defeitos dos outros, quanto mais ainda precisamos para tolerar nossos próprios defeitos!” São Padre Pio de Pietrelcina