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Entonces dijo al profeta Natán: «Yo vivo en una casa cubierta de ma dera de cedro, mientras que el Arca de Yavé está en una tienda de campaña.» (2 Samuel 7, 2)
Yavé envió al profeta Na tán donde David. Natán en tró donde el rey y le dijo: «En una ciu dad había dos hombres; uno era rico y el otro, pobre. (2 Samuel 12, 1)
y mandó, por medio del profeta Natán, que le pusie ran el nombre de Jedidia (es decir, «Amado de Yavé»). (2 Samuel 12, 25)
Al día siguiente, cuando David se levantaba, Yavé había dirigido a Gad, el profeta vidente de David, las palabras siguientes: «Ve a decir a David esto, de mi parte: (2 Samuel 24, 11)
David dijo al profeta Gad: «Estoy en un gran apuro, pero prefiero caer en las manos de Dios, cuya misericordia es grande, y no caer en manos de los hombres.» (2 Samuel 24, 14)
En cambio, el sacerdote Sadoc, Banaías, hijo de Yoyada, el profeta Natán, Semeí, Reí y los valientes de la guardia de David no estaban con Adonías. (1 Reyes 1, 8)
pero no invitó al profeta Natán, ni a Banaías, ni a los valientes de la guardia, ni a su hermano Salomón. (1 Reyes 1, 10)
Cuando estaba conversando con el rey, llegó el profeta Natán. (1 Reyes 1, 22)
Después el rey ordenó que comparecieran ante él el sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Banaías, hijo de Yoyada. (1 Reyes 1, 32)
Allí el sacerdote Sadoc junto con el profeta Natán lo ungirán como rey de Israel. (1 Reyes 1, 34)
Un día que salió Jeroboam de Jerusalén, el profeta Ajías, de Silo, lo encontró en el camino. Este iba cubierto con un manto nuevo y estaban los dos solos en el campo. (1 Reyes 11, 29)
El rey no escuchó a la gente de Israel. Así lo había dispuesto Yavé, comprobándose la palabra de Yavé que el profeta Ajías había dicho a Jeroboam. (1 Reyes 12, 15)