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Cuando dejó de amamantarlo, se lo llevó para presentarlo en la Casa de Yavé, en Silo; y al mismo tiempo trajo un novillo de tres años, una medida de harina y un cántaro de vino. (1 Samuel 1, 24)
Un hombre de Dios vino a Helí con este mensaje: «Así dice Yavé: Me di a conocer a la familia de Aarón, tu padre, cuando estaban en Egipto al servicio del Faraón, (1 Samuel 2, 27)
Siguiendo más allá te toparás con tres hombres que suben a ver a Dios en Betel. Uno de ellos llevará tres cabritos; el otro, tres panes, y el tercero, una botella de vino. (1 Samuel 10, 3)
Entonces, volvieron a preguntar a Yavé: «¿Vino Saúl?» A lo que Yavé dijo: «A estas horas está escondido en medio de los equipajes.» (1 Samuel 10, 22)
Samuel, pues, se vino donde Saúl. Al verlo, Saúl le dijo: «¡Que Yavé te bendiga! H umplido las órdenes de Yavé.» (1 Samuel 15, 13)
Después dijo Samuel: «Tráiganme a Agag, rey de los amalecitas.» Y vino Agag hacia él muy tranquilo, pues pensaba: «Ha pasado el peligro.» (1 Samuel 15, 32)
Jesé tomó cinco panes, una botella de vino y un cabrito y lo envió con su hijo a Saúl. (1 Samuel 16, 20)
¿Voy a tomar acaso mi pan, mi vino y las reses que he sacrificado para los esquiladores y se las voy a dar a unos hombres que no sé de dónde son?» (1 Samuel 25, 11)
Abigaíl tomó, rápidamente, doscientos panes, dos garrafas de vino, cinco corderos preparados, cinco cargas de trigo tostado, cien racimos de uvas pasas y doscientos panes de higos secos. Cargó todo sobre burros (1 Samuel 25, 18)
Por la mañana, una vez que se le hubo pasado la borrachera, le contó su esposa todo lo sucedido. Le vino un ataque al corazón y quedó paralizado. (1 Samuel 25, 37)
Joab, entonces, se presentó al rey y le dijo: «¿Qué hiciste? Abner vino, lo recibiste y lo dejas volver en paz. (2 Samuel 3, 24)
¿Acaso no lo conoces? Seguro que vino a engañarte, a conocer tus planes y saber todo lo que haces.» (2 Samuel 3, 25)