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Castigaré a los profetas de visiones falsas, de promesas mentirosas; ya no serán admitidos en el consejo de mi pueblo, ni serán más inscritos en la libreta de familia de Israel, ni entrarán en la tierra de Israel: así sabrán que yo soy Yavé. (Ezequiel 13, 9)
pero luego sobrevienen las preocupaciones de esta vida, las promesas engañosas de la riqueza y las demás pasiones, y juntas ahogan la Palabra, que no da fruto. (Evangelio según San Marcos 4, 19)
¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!» (Evangelio según San Lucas 1, 45)
Ellos son los israelitas, a quienes Dios adoptó; entre ellos descansa su gloria con las alianzas, el don de la Ley, el culto y las promesas de Dios. (Carta a los Romanos 9, 4)
No quiero hablar de un fracaso de las promesas de Dios, porque no todos los israelitas son Israel, (Carta a los Romanos 9, 6)
Entiéndanme: Cristo se puso al servicio del pueblo judío para cumplir las promesas hechas a sus padres, porque Dios es fiel. (Carta a los Romanos 15, 8)
En él todas las promesas de Dios han llegado a ser un sí, y por eso precisamente decimos «Amén» en su nombre cuando damos gracias a Dios. (2º Carta a los Corintios 1, 20)
Teniendo, pues, tales promesas, queridos míos, purifiquémonos de toda mancha del cuerpo y del espíritu, haciendo realidad la obra de nuestra santificación en el temor de Dios. (2º Carta a los Corintios 7, 1)
En el caso de Abrahán, las promesas eran para él y para su descendencia. La Escritura no dice para los descendientes, como si hubiera varios, sino que habla en singular: para tu descendencia, y ésta es Cristo. (Carta a los Gálatas 3, 16)
¿Acaso la Ley contradice las promesas de Dios? En absoluto. Si se hubiera dado una ley capaz de darnos vida, nuestro paso a la verdadera justicia podría resultar de esa Ley. (Carta a los Gálatas 3, 21)
En aquel tiempo no esperaban un Mesías, no tenían parte en el pueblo de Israel y no les correspondían las alianzas de Dios ni sus promesas; ustedes vivían en este mundo sin esperanza y sin Dios. (Carta a los Efesios 2, 12)
Y perseverando, Abrahán vio realizarse las promesas de Dios. (Carta a los Hebreos 6, 15)