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  • Lo que entregó el resto del pueblo ascendió a 20.000 monedas de oro, 2.000 monedas de plata y 67 túnicas sacerdotales. (Nehemías 7, 71)

  • En la época de Ioiaquím, los jefes de las familias sacerdotales eran: de la familia de Seraías: Meraías; de la de Jeremías: Jananías; (Nehemías 12, 12)

  • En la época de Eliasib, de Ioiadá, de Iojanán y de Iadúa, los jefes de las familias sacerdotales fueron registrados hasta el reinado de Darío, el persa. (Nehemías 12, 22)

  • En seguida se levantó, y se atavió con sus vestiduras y con todos sus adornos femeninos. Su servidora se adelantó y le extendió en el piso, ante Holofernes, las pieles que Bagoas le había dado para su uso diario, a fin de que comiera reclinada sobre ellas. (Judit 12, 15)

  • Él lanzó un alarido, llorando y sollozando; y dando grandes gritos, desgarró sus vestiduras. (Judit 14, 16)

  • Cuando Mardoqueo se enteró de lo que había pasado, rasgó sus vestiduras, se puso un sayal, se cubrió de ceniza y salió por la ciudad dando gritos de amargura, (Ester 4, 1)

  • Al tercer día, Ester se puso sus vestiduras reales y llegó hasta el patio interior del palacio, frente a la sala del rey. El rey estaba sentado en su trono, en la sala real, frente a la puerta de entrada. (Ester 5, 1)

  • tus vestiduras exhalan perfume de mirra, áloe y acacia. Las arpas te alegran desde los palacios de marfil; (Salmos 45, 9)

  • Es como el óleo perfumado sobre la cabeza, que desciende por la barba -la barba de Aarón- hasta el borde de sus vestiduras. (Salmos 133, 2)

  • Matatías y sus hijos rasgaron sus vestiduras, se pusieron un sayal y se lamentaron amargamente. (I Macabeos 2, 14)

  • Aquel día ayunaron, se vistieron con un sayal, esparcieron ceniza sobre sus cabezas y rasgaron sus vestiduras. (I Macabeos 3, 47)

  • Trajeron las vestiduras sacerdotales, las primicias y los diezmos, hicieron comparecer a los nazireos que habían cumplido el tiempo de su voto, (I Macabeos 3, 49)


“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina