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La misma regla se aplica tanto para el sacrificio de reparación como para el sacrificio por el pecado: la víctima pertenecerá al sacerdote que practica con ella el rito de expiación. (Levítico 7, 7)
Del mismo modo, el sacerdote que ofrece el holocausto en nombre de alguna persona, se quedará con el cuero de la víctima que ofreció. (Levítico 7, 8)
En cambio, si el sacrificio se ofrece en cumplimiento de un voto o espontáneamente, la víctima deberá ser comida el mismo día en que se ofrezca el sacrificio, pero lo que sobre se podrá comer al día siguiente. (Levítico 7, 16)
Y si alguien come al tercer día carne de su sacrificio de comunión, la víctima no será aceptada: no le será aceptada al que la ofrece, porque se ha convertido en algo nocivo; y la persona que coma esa carne cargará con su culpa. (Levítico 7, 18)
Habla en estos términos a los israelitas: El que ofrezca al Señor un sacrificio de comunión, le presentará una parte de la víctima sacrificada en calidad de ofrenda. (Levítico 7, 29)
Además, ustedes deberán entregar, como ofrenda reservada al sacerdote, la pata derecha de la víctima ofrecida en sacrificio de comunión. (Levítico 7, 32)
Después hizo traer un novillo para el sacrificio por el pecado. Aarón y sus hijos impusieron sus manos sobre la cabeza de la víctima, (Levítico 8, 14)
Hizo traer, además, el carnero para el holocausto. Aarón y sus hijos impusieron sus manos sobre la cabeza de la víctima, (Levítico 8, 18)
Luego hizo traer el segundo carnero, el carnero del sacrificio de la consagración. Aarón y sus hijos impusieron sus manos sobre la cabeza de la víctima, (Levítico 8, 22)
Luego Moisés tomó el pecho de la víctima e hizo con él el gesto de presentación delante del Señor: esta era la parte del carnero de la consagración, que correspondía a Moisés, según la orden impartida por el Señor. (Levítico 8, 29)
Sus hijos le presentaron la sangre de la víctima, y él, mojando su dedo, puso un poco de sangre sobre los cuernos del altar y derramó el resto sobre la base del mismo. (Levítico 9, 9)
Luego hizo arder sobre el altar la grasa, los riñones y la protuberancia del hígado, extraídos de la víctima del sacrificio por el pecado, como el Señor lo había ordenado a Moisés. (Levítico 9, 10)