Found 185 Results for: Pablo

  • Al oír estas palabras, los hermanos del lugar y nosotros mismos rogamos a Pablo que no subiera a Jerusalén. (Hechos 21, 12)

  • Pablo respondió: «¿Por qué lloran así y destrozan mi corazón? Yo estoy dispuesto, no solamente a dejarme encadenar, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús». (Hechos 21, 13)

  • Al día siguiente, Pablo fue con nosotros a casa de Santiago, donde también se reunieron todos los presbíteros. (Hechos 21, 18)

  • Después de saludarlos, Pablo expuso detalladamente todo lo que Dios había hecho entre los paganos a través de su ministerio. (Hechos 21, 19)

  • Al día siguiente, Pablo tomó consigo a esos hombres, se purificó con ellos y entró en el Templo. Allí hizo saber cuándo concluiría el plazo fijado para la purificación, es decir, cuándo debía ofrecerse la oblación por cada uno de ellos. (Hechos 21, 26)

  • Casi al final de los siete días, cuando los judíos venidos de Asia vieron a Pablo en el Templo, amotinaron a la multitud y se apoderaron de él, (Hechos 21, 27)

  • Decían esto porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo de Éfeso, y creían que Pablo lo había introducido en el Templo. (Hechos 21, 29)

  • La ciudad entera se alborotó, y de todas partes acudió el pueblo. Se apoderaron de Pablo, lo sacaron fuera del Templo y cerraron inmediatamente las puertas. (Hechos 21, 30)

  • En seguida el tribuno, con unos soldados y centuriones, se precipitó sobre los manifestantes. Al ver al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. (Hechos 21, 32)

  • El tribuno se acercó, tomó a Pablo y mandó que lo ataran con dos cadenas; después preguntó quién era y qué había hecho. (Hechos 21, 33)

  • Todos gritaban al mismo tiempo, y a causa de la confusión, no pudo sacar nada en limpio. Por eso hizo conducir a Pablo a la fortaleza. (Hechos 21, 34)

  • Cuando lo iban a introducir en la fortaleza, Pablo dijo al tribuno: «¿Puedo decirte una palabra?». «¿Tú sabes griego?, le preguntó el tribuno. (Hechos 21, 37)


“Não se desencoraje se você precisa trabalhar muito para colher pouco. Se você pensasse em quanto uma só alma custou a Jesus, você nunca reclamaria!” São Padre Pio de Pietrelcina