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Entonces Lisias subió a la tribuna y defendió el asunto lo mejor que pudo. Así los persuadió, logró calmarlos y los dispuso favorablemente. Después partió para Antioquía. Esto es lo que sucedió con la expedición y la retirada del rey. (II Macabeos 13, 26)
El rey se puso fuera de sí y, excitado por las calumnias de ese miserable, escribió a Nicanor, manifestándole su disgusto por el acuerdo y ordenándole que le mandara inmediatamente preso a Antioquía al Macabeo. (II Macabeos 14, 27)
La asamblea aprobó esta propuesta y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe y a Prócoro, a Nicanor y a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía. (Hechos 6, 5)
Mientras tanto, los que se habían dispersado durante la persecución que se desató a causa de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, y anunciaban la Palabra únicamente a los judíos. (Hechos 11, 19)
Sin embargo, había entre ellos algunos hombres originarios de Chipre y de Cirene que, al llegar a Antioquía, también anunciaron a los paganos la Buena Noticia del Señor Jesús. (Hechos 11, 20)
Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía. (Hechos 11, 22)
y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de «cristianos». (Hechos 11, 26)
En esos días, unos profetas llegaron de Jerusalén a Antioquía. (Hechos 11, 27)
Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos. (Hechos 12, 25)
En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo. (Hechos 13, 1)
pero ellos continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. (Hechos 13, 14)
Vinieron de Antioquía y de Iconio algunos judíos que lograron convencer a la multitud. Entonces apedrearon a Pablo y, creyéndolo muerto, lo arrastraron fuera de la ciudad. (Hechos 14, 19)