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Jeremías mandó llamar a Baruc, hijo de Nerías, a quien dictó, para que anotara en el papel enrollado todo cuanto Yavé le había comunicado al profeta. (Jeremías 36, 4)
Jeremías mandó decirle a Baruc: «Estoy detenido y no puedo ir a la Casa de Yavé, (Jeremías 36, 5)
Y Baruc, hijo de Nerías, hizo lo que le ordenó Jeremías, o sea, leer este libro en la Casa de Yavé. (Jeremías 36, 8)
Baruc les respondió: «Jeremías me dictaba las palabras y yo las escribía con tinta en el libro.» (Jeremías 36, 18)
Los ministros dijeron a Baruc: «Escóndanse, tú y Jeremías, sin que nadie sepa dónde están.» (Jeremías 36, 19)
En seguida, el rey ordenó a Jeramiel, a Seraías y a Selemías que tomaran preso al secretario Baruc y al profeta Jeremías, pero Yavé los ocultó. (Jeremías 36, 26)
Después que el rey hubo quemado el rollo que contenía todo lo que había anotado Baruc y que le había dictado Jeremías, Yavé habló de nuevo a éste: (Jeremías 36, 27)
Tomó, pues, Jeremías otro papel enrollado y se lo entregó a Baruc hijo de Nerías, el secretario, y le dictó para que anotara todas las cosas que contenía el libro quemado por Joaquim, rey de Judá. Y añadió, además, muchas otras cosas del mismo estilo. (Jeremías 36, 32)
Pero ni él ni sus ministros ni la gente del país hicieron caso de las palabras que Yavé les había dirigido por medio del profeta Jeremías. (Jeremías 37, 2)
El rey Sedecías ordenó a Jucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maseías, que fueran donde el profeta Jeremías con este recado: «Ruega por nosotros a Yavé, nuestro Dios.» (Jeremías 37, 3)
Jeremías andaba, entonces, libremente en medio del pueblo, pues todavía no lo habían encarcelado. (Jeremías 37, 4)
En esa ocasión, Yavé habló a Jeremías en estos términos: (Jeremías 37, 6)