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  • El resto de la ofrenda quedará para Aarón y sus hijos, como porción muy sagrada del sacrificio por el fuego para Yavé. (Levítico 2, 10)

  • No se presentará a Yavé ninguna ofrenda de masa fermentada. No habrá ni levadura ni miel en los sacrificios por el fuego que ofrezcan a Yavé. (Levítico 2, 11)

  • Si ofreces a Yavé las primicias de tus sembrados, presentarás las espigas tostadas al fuego, o granos nuevos partidos. Así será tu ofrenda de primicias. (Levítico 2, 14)

  • El sacerdote quemará en tu nombre parte del grano molido y del aceite, con todo el incienso. Es un sacrificio por el fuego para Yavé. (Levítico 2, 16)

  • Se tomará una parte del sacrificio de comunión y se ofrecerá por el fuego para Yavé: el sebo que cubre las entrañas y todo lo que hay sobre ellas; (Levítico 3, 3)

  • Los hijos de Aarón quemarán todo esto en el altar encima del holocausto que está sobre la leña puesta al fuego. Será un sacrificio por el fuego de calmante olor para Yavé. (Levítico 3, 5)

  • Presentará parte de ella como sacrificio por el fuego para Yavé: (Levítico 3, 14)

  • El sacerdote quemará todo esto en el altar, como alimento pasado por el fuego, de calmante olor para Yavé. (Levítico 3, 16)

  • «Da esta orden a Aarón y a sus hijos: Esta será la ley del holocausto, es decir de la víctima totalmente quemada. La dejarán en el altar durante todo la noche hasta el amanecer; el fuego del altar no se apagará. (Levítico 6, 2)

  • A la mañana después de ponerse su túnica de lino y sus calzoncillos de lino, el sacerdote recogerá las cenizas que el fuego dejó al quemar la víctima, y las pondrá junto al altar. (Levítico 6, 3)

  • El fuego del altar habrá de ser alimentado de manera que nunca se apague; el sacerdote echará leña cada día por la mañana, y pondrá encima las víctimas de holocausto así como la grasa de las víctimas de comunión.. (Levítico 6, 5)

  • El fuego arderá perpetuamente en el altar: no debe apagarse. (Levítico 6, 6)


“Você deve ter sempre prudência e amor. A prudência tem olhos; o amor tem pernas. O amor, como tem pernas, gostaria de correr a Deus. Mas seu impulso de deslanchar na direção dEle é cego e, algumas vezes, pode tropeçar se não for guiado pela prudência, que tem olhos.” São Padre Pio de Pietrelcina