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  • Muchos imitarán su desenfreno, y por causa de ellos, el camino de la verdad será objeto de blasfemias. (II Pedro 2, 2)

  • El Señor, en efecto, sabe librar de la prueba a los hombres piadosos, y reserva a los culpables para que sean castigados en el día del Juicio, (II Pedro 2, 9)

  • sobre todo, a los que, llevados por sus malos deseos, corren detrás de los placeres carnales y desprecian la Soberanía. Estos hombres audaces y arrogantes no tienen miedo de blasfemar contra los ángeles caídos, (II Pedro 2, 10)

  • pero él encontró quien le reprochara su falta: un animal de carga pronunció palabras humanas y puso freno a la insensatez del profeta. (II Pedro 2, 16)

  • En efecto, si alguien se aleja de los vicios del mundo, por medio del conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, y después se deja enredar y dominar de nuevo por esos vicios, su estado final llega a ser peor que el primero. (II Pedro 2, 20)

  • No olviden lo que ha sido anunciado por los santos profetas, así como tampoco el mandamiento del Señor y Salvador, que los Apóstoles les han transmitido. (II Pedro 3, 2)

  • Porque la Vida se hizo visible, y nosotros la vimos y somos testigos, y les anunciamos la Vida eterna, que existía junto al Padre y que se nos ha manifestado. (I Juan 1, 2)

  • Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda maldad. (I Juan 1, 9)

  • Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo. (I Juan 2, 1)

  • Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. (I Juan 3, 2)

  • Pero ustedes saben que él se manifestó para quitar los pecados, y que él no tiene pecado. (I Juan 3, 5)

  • Pero el que peca procede del demonio, porque el demonio es pecador desde el principio. Y el Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del demonio. (I Juan 3, 8)


“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina