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Los lugares altos de Isaac serán devastados, y los santuarios de Israel arrasados, cuando me levante con la espada contra la casa de Jeroboám". (Amós 7, 9)
Porque él anda diciendo: ‘Jeroboám morirá por la espada e Israel irá al cautiverio lejos de su país’". (Amós 7, 11)
Por eso, dice el Señor: ‘Tu mujer se prostituirá en plena ciudad, tus hijos y tus hijas caerán bajo la espada; tu suelo será repartido con la cuerda, tú mismo morirás en tierra impura e Israel irá al cautiverio lejos de su país’". (Amós 7, 17)
Yo vi al Señor de pie junto al altar, y él dijo: ¡Golpea el capitel y temblarán los umbrales! Destruye a todos los que van a la cabeza, y a los últimos, los mataré por la espada. No escapará ningún fugitivo, ni uno solo se podrá evadir. (Amós 9, 1)
si van cautivos delante de sus enemigos, allí ordenaré a la espada que los mate; yo tendré puestos mis ojos sobre ellos para su mal y no para su bien. (Amós 9, 4)
Así morirán por la espada todos los pecadores de mi pueblo, esos que decían: "No se acercará, no nos sucederá la desgracia". (Amós 9, 10)
Él será juez entre pueblos numerosos y árbitro de naciones poderosas, hasta las más lejanas. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra. (Miqueas 4, 3)
Ellos apacentarán a Asiria con la espada y al país de Nemrod con el acero. Y él nos librará de Asiria, si llega a invadir nuestro país y pisa nuestra frontera. (Miqueas 5, 5)
Tú comerás, pero no te saciarás, y el hambre te devorará por dentro; ahorrarás, pero no conservarás, y lo que conserves, yo lo entregaré a la espada. (Miqueas 6, 14)
¡Aquí estoy contra ti! -oráculo del Señor de los ejércitos-. Levantaré una humareda con tus carros y la espada devorará tus cachorros; suprimiré de la tierra tus rapiñas y ya no se oirá la voz de tus mensajeros. (Nahún 2, 14)
Allí el fuego te devorará, la espada te exterminará. ¡Prolifera como el pulgón! ¡Prolifera como la langosta! (Nahún 3, 15)
¡También ustedes, cusitas, serán víctimas de mi espada!... (Sofonías 2, 12)