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Festo no permaneció en Jerusalén más de ocho o diez días y luego volvió a Cesarea. Al día siguiente se sentó en el tribunal y mandó llamar a Pablo. (Hecho de los Apóstoles 25, 6)
Yo te protegeré tanto de tu pueblo como de los paganos a quienes te envío. (Hecho de los Apóstoles 26, 17)
El temporal era tan violento que al día siguiente tuvieron que arrojar al agua parte del cargamento. (Hecho de los Apóstoles 27, 18)
Como la tempestad seguía con la misma violencia, los días pasaban y no se veían ni el sol ni las estrellas: estábamos perdiendo ya toda esperanza. (Hecho de los Apóstoles 27, 20)
Pero chocaron contra un banco de arena y el barco quedó encallado: la proa se clavó y quedó inmóvil, mientras la popa se iba destrozando por los golpes violentos de las olas. (Hecho de los Apóstoles 27, 41)
Esto no lo podía hacer la Ley, por cuanto la carne era débil y no le respondía. Dios entonces quiso que su propio Hijo llevara esa carne pecadora; lo envió para enfrentar al pecado, y condenó el pecado en esa carne. (Carta a los Romanos 8, 3)
De todas maneras, no me envió Cristo a bautizar, sino a proclamar el Evangelio. ¡Y no con discursos sofisticados! Pues entonces la cruz de Cristo ya no tendría sentido. (1º Carta a los Corintios 1, 17)
Recuerden la Escritura: Ni ojo vio, ni oído oyó, ni por mente humana han pasado las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman. (1º Carta a los Corintios 2, 9)
Con este fin les envío a Timoteo, mi querido hijo, hombre digno de confianza en el Señor. El les recordará mis normas de vida cristiana, las mismas que enseño por todas partes y en todas las Iglesias. (1º Carta a los Corintios 4, 17)
los azotes, las detenciones, las oposiciones violentas, las fatigas, las noches sin dormir y los días sin comer. (2º Carta a los Corintios 6, 5)
Ahora, pues, les envío a estos hermanos nuestros. ¡Ojalá que todo lo bueno que he hablado de ustedes al respecto no quede desmentido! Como les digo, estén preparados, (2º Carta a los Corintios 9, 3)
Pero, cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, que nació de mujer y fue sometido a la Ley, (Carta a los Gálatas 4, 4)