1. Jerusalén, quítate tu vestido de duelo y desdicha y vístete para siempre con el esplendor de la gloria de Dios.

2. Reviste cual un manto la justicia de Dios, ponte como corona la gloria del Eterno;

3. porque Dios mostrará tu grandeza a todo lo que hay bajo el cielo.

4. Dios te llamará para siempre: «Paz en la justicia y gloria en el temor de Dios.»

5. Levántante, Jerusalén, ponte en lo alto, mira al oriente y ve a tus hijos reunidos del oriente al poniente por la voz del Santo, felices porque Dios se acordó de ellos.

6. Salieron a pie escoltados por los enemigos, pero Dios te los devuelve, traídos con gloria, como hijos de rey.

7. Porque Dios ha ordenado que todo cerro elevado y toda cuesta interminable sean rebajados, y rellenados los valles hasta aplanar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.

8. Hasta los bosques y todo árbol oloroso les darán sombra por orden de Dios.

9. Porque él guiará a Israel en la alegría y a la luz de su gloria, escoltándolos con su misericordia y justicia.





“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina