1. Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. En octava. Salmo. De David.

2. Yahveh, no me corrijas en tu cólera, en tu furor no me castigues.

3. Tenme piedad, Yahveh, que estoy sin fuerzas, sáname, Yahveh, que mis huesos están desmoronados,

4. desmoronada totalmente mi alma, y tú, Yahveh, ¿hasta cuándo?

5. Vuélvete, Yahveh, recobra mi alma, sálvame, por tu amor.

6. Porque, en la muerte, nadie de ti se acuerda; en el seol, ¿quién te puede alabar?

7. Estoy extenuado de gemir, baño mi lecho cada noche, inundo de lágrimas mi cama;

8. mi ojo está corroído por el tedio, ha envejecido entre opresores.

9. Apartaos de mí todos los malvados, pues Yahveh ha oído la voz de mis sollozos.

10. Yahveh ha oído mi súplica, Yahveh acoge mi oración.

11. ¡Todos mis enemigos, confusos, aterrados, retrocedan, súbitamente confundidos!





“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina